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Carta de la anterior presidenta del Coiba, Rosa María Hernández Serra, con motivo del Día Mundial de la Salud

11:27 07 abril en Noticias

Hernández reflexiona sobre la situación de emergencia sanitaria que vivimos actualmente y analiza las bases del sistema sanitario

 

Rosa María Hernández Serra (Xama)
7 de abril de 2020

Hoy es el Día Mundial de la Salud y lo primero que me ha venido a la cabeza, como cada día, son las enfermeras, los profesionales de la salud, los ciudadanos afectados y todos los que lo están dando todo, incluso la salud y la vida, en esta terrible crisis mundial que forzosamente nos debe llevar a una profunda reflexión y a cambios drásticos sobre nuestra forma de organización social. Nuestra salud depende de nuestro entorno. No hay salud humana sin salud del planeta, de esta Tierra que nos acoge y de la que formamos parte con todo lo que vive en ella.

A pesar de que la OMS, en 1947, definió la salud como el “completo estado de bienestar físico, mental y social”, la tradicional concepción de salud como “ausencia de enfermedad” sigue predominando, tanto individual como socialmente, en las formas de actuar y de organizar los recursos destinados a la salud. Es así que la atención a la salud sigue confinada en la enorme tarea de unos sistemas sanitarios mayoritariamente enfocados en “combatir” la enfermedad desde el costosísimo desarrollo tecno-farmacológico. Unos sistemas de salud progresivamente desbordados, sentenciados como insostenibles y, consecuentemente, perdida su esencia, reducida la salud y su recuperación a la perspectiva de un bien objeto de transacción comercial- sometidos a las leyes que priorizan la salud económica de quien domina el mercado.

Con todo esto, hemos permitido que la salud se haya convertido en la práctica en aquello que solamente valoramos cuando no tenemos.

Personalmente, siempre me ha gustado aquella definición del X Congrès de metges i biòlegs de llengua catalana que tuvo lugar en Perpiñán en 1976: “Una forma de vida autónoma, solidaria y alegre”. Autónoma porque supone que las personas debemos aprender a cuidar nuestra salud desarrollando nuestras capacidades, nuestro potencial; solidaria porque la salud no es tan solo un fenómeno individual sino colectivo y social, tanto por lo que respecta a la conductas generadoras de salud como a las actuaciones necesarias para su recuperación. Alegre porque la salud es también el gusto por la vida, la satisfacción y la alegría de vivir.

Aunque no se acaba de entender, es así, desde esta perspectiva de autonomía, solidaridad y alegría o bienestar, que las enfermeras ejercemos nuestra profesión. Ciertamente, una parte importantísima de nuestra tarea está destinada a desarrollar nuestras capacidades cuidadoras con personas enfermas, pero nuestro centro de atención nunca es la enfermedad sino la salud, el individuo y la comunidad en su entorno, así como su potencial para alcanzar una salud óptima en cualquier circunstancia. Cuidar es, en sí mismo, un acto de solidaridad, de ayuda y de acompañamiento para el mantenimiento y la recuperación de la salud y también, cuando la vida se acaba, para la buena muerte. La intangibilidad, invisibilidad y discreción de esta tarea esencial para la salud y la vida ha derivado en una falta crónica de enfermeras, especialmente relevante en los países del sur de Europa, muy problemática en situaciones de normalidad y gravísima en situación de catástrofe.

Acostumbramos a responsabilizar a nuestros políticos de los males que padecemos, sin pensar que, en el peor de los casos, ellos desean nuestros votos e intentan obtenerlos proponiendo aquello que creen que hará que les votemos. A menudo, también nos dejamos llevar por consignas y símbolos que nos proporcionan una sensación de falsa unión cuando, paradójicamente, nos enfrentan y nos hacen olvidar que la verdadera unión es la solidaridad de velar por unos servicios públicos de calidad. La importancia de los sistemas de salud solidarios para la recuperación de la salud queda dramáticamente patente en esta catástrofe sanitaria que nos afecta.

Sabemos también que los esfuerzos individuales por mantener la salud quedan menguados en entornos insalubres, contaminantes, estresantes o en los que la desigualdad impera. De aquí la importancia de que la salud esté presente en todas las políticas, en todo aquello que socialmente decidimos.

Desde el espacio de reflexión que nos da este confinamiento forzoso, que demuestra que la salud no es solo un derecho sino también un deber solidario, individual y colectivo, invito a la ciudadanía a pensar qué debemos hacer individualmente y qué debemos transmitir claramente a los que nos representan, para curarnos en salud y que la salud sea una forma de vida autónoma, solidaria y alegre y no solo aquello que valoramos cuando no la tenemos.

Un abrazo saludable y solidario.

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